Casi todas, por no decir todas, las personas que asisten a mi consulta buscando resolver sus problemas de amor repiten las siguientes preguntas: ¿Es qué nací sin suerte para el amor? ¿Por qué no puedo tener una pareja estable? ¿Qué puedo hacer para encontrar a alguien que me quiera [no solo por un rato sino “para siempre”]?
Si hacemos un análisis de todas las personas que conocemos, concluiremos en que la mayoría no ha encontrado el “verdadero amor”. Encontramos una justificación cósmica de este problema en la resaca de las influencias de la Era que dominó el mundo por dos mil años (entre el año 1 y 1948) y se caracterizó por el sufrimiento en el amor. El 80%, por no decir prácticamente el 100% de la humanidad, vivió sin conocer el verdadero amor.
Con el beneplácito de nuestros lectores, y confiando en no ser tildado de cursi, les contaré que, a finales de la década de los 80, una consultante me pidió interpretar la carta astral de su amiga, quien vivía en New York hacía muchos años. Confieso que quedé impresionado (por no decir, extasiado) tras recibir sus datos de nacimiento y empezar a analizar su cosmograma. “Esa mujer, a miles de kilómetros de distancia, cuyo aspecto y el sonido de su voz me eran desconocidos, era la persona con quien yo podía ser feliz (porque los Venus y Marte natales de ambos estaban en armonía y había nacido con el Sol en casa 8, una señal cósmica puntual: el individuo con este influjo es un amuleto de buena suerte para su pareja); pero, ¿sería posible que yo pudiera conquistar a alguien que viviera tan lejos?”. Como un resorte, vinieron a mi mente las palabras de un amigo: “HOMBRE COBARDE NO ENTRA A PALACIO NI AGARRA CHICA BONITA”, pero mi ética y moralidad no seguían la dirección de estas frases; sin embargo, cuando aquella dama me llamó desde Nueva York para aclarar algunos puntos del estudio que le había enviado y escuché su voz, me dije: “Con esta mujer sí puedo ser feliz”. Pasaron tres años sin saber absolutamente nada de ella, cuando una mañana, mientras caminaba por la avenida Larco (en Miraflores, Lima, Perú), vino a mi mente su nombre e inmediatamente algo me dijo: “Ella te va salvar”. Luego de meditar en el mensaje “Ella te va a salvar” y recordar que las clases de yoga que recibí en la avenida Larco en 1970 cambiaron el rumbo de mi vida, la llamé a Nueva York y, tras sondear su situación sentimental –que era “libre”, por cierto–, me dije: “Tengo que poner las estrellas y planetas a mi favor si quiero que sea mía”.
Abreviando mi historia, digo que, tras declararle mi amor por teléfono (recordemos que aún no se usaba Internet, Skype,…), acordamos conocernos el 4 de marzo de 1992, bajo las influencias de la conjunción Venus–Marte y la Luna Nueva. Ella tenía que venir Perú, porque para mí era imposible ir a NY. No puedo dejar de mencionar que, como parte de mi estrategia anterior al “Día 4”, le envié un anillo con la siguiente indicación: “para que te vaya bien en los negocios”, y le pedí que comenzara a usarlo a partir del día y la hora que había calculado (que, en realidad, era una fecha para que “fijara su atención en mí”; seguramente, algunos dirían que lo hice “para engancharla”).
Con respecto al “Día 4”, le pedí que tomara un vuelo que le permitiera aterrizar por la tarde. Por suerte para mí y para ambos, lo consiguió; pero lo más importante fue que le pregunté: “¿Cómo eres y cómo te voy a reconocer?” Ella me respondió: “Es muy fácil, soy rubia y voy a ir con un traje rojo muy cortito y botas blancas hasta arriba de la rodilla; me vas a reconocer fácilmente”.
Minutos después de su aterrizaje, mientras yo buscaba a “mi bombón” dentro de la sala de recojo de equipaje y aduana (logré ingresar gracias a una amigo militar de alto rango) para conocerla en el momento calculado, no pasó nada, no había rubia alguna con traje rojo y botas blancas. ¡Dios mío! ¿Qué hago? ¡Salí corriendo de la sala, “jalé a su hermana –que se encontraba en Lima y a quien le había pedido que me acompañara al aeropuerto– y la hice ingresar a la sala para que me señalara a la mujer con quien yo iba a ser feliz! “Allí está mi hermana”, me dijo. Era una damita de cabello negro, vestida con un saco azul y pantalones blancos; nos miramos y ella, muy desenvuelta, me dijo: “¡No me encontrabas!”, y me agarró la mejilla, a lo que instintivamente reaccioné retirando mi cuerpo. Ella me dijo: “Timidito el niño”. Pero ella no sabía que yo tenía una as bajo la manga, por lo que le dije: “Tengo que darte la clave”. Ella me lanzó una mirada interrogante; me acerqué a su oído, diciéndole: “Hola, niña”. Fue suficiente; me la había ganado olímpicamente, pero tenía que sellar dicha acción, por lo que la invité al día siguiente a conocer mi departamento a la hora y minutos que había calculado… Este mes de marzo cumpliremos 24 años de amarnos…
La cosmobiología es una herramienta necesaria para nuestro diario vivir. No es lo mismo conocer a una persona en Luna Llena que en Luna Nueva, o en días posteriores a un eclipse de Sol (que permite eclipsar las adversidades; en este caso, “eclipsar la falta de amor”), conocer al “prospecto” en momentos en que Venus o Marte están retrogradando, ya que las retrogradaciones de estos dos astros son una oportunidad para reconquistar y ser aceptado si hubieras sido rechazado.
A propósito de la retrogradación de Marte, que es lo mismo que decir el acercamiento de Marte a la Tierra, entre abril y junio de 2016, algunas damas podrían sufrir el acoso y atropello de los hombres, así que ¡tengan cuidado!
La regla básica de la cosmobiología es que “todo puede fabricarse”; luego, bajo esta óptica, todos podemos encontrar una pareja compatible y vivir con ella con felicidad y serenidad para ‘siempre’, aunque esto parezca cursi, más que imposible. Solo es cuestión de saber cómo mover los influjos planetarios. Un chef diría: “Si sabes cómo colocar los ingredientes a la hora de preparar los alimentos, la comida quedará exquisita”, en tanto que, para el astrólogo consistiría en buscar el momento más adecuado, en armonía con la fecha de nacimiento del (de la) conquistador(a), para hacer el lance. Correcto, pero una vez alcanzado “el blanco”, considero necesario recurrir al Factor 3M del Éxito (Mudanza, Maternidad y Mascota) para no dejar “cabos sueltos” que pudieran horadar el amor, la unión, el futuro y los sueños y ambiciones de la pareja.
La semana pasada, un importante canal de televisión de Miami me pidió hacer un especial sobre el Día del Amor y querían que invite a personas que den sus testimonios de cómo consiguieron el amor. Yo me reí y le dije a la conductora: “No puedo hacer eso. Nadie va a querer que el cónyuge o novio(a) que está a su lado, aunque esté llevando una relación feliz, se entere que fue impelido(a) (manipulado(a) a casarse si esto aún no estaba en sus planes”. No hubo entrevista alguna.