En mis días de estudiante universitario, conocí a una pareja de jóvenes muy enamorados (que nombraré Cristina y Carlos) quienes siempre andaban juntos a todas partes. Todos los que los conocíamos les decíamos: “juntos, van alcanzar el Cielo”. Él era muy inteligente y generoso, pero algo tímido; ella, muy dinámica, emprendedora, era toda una lideresa que, aunque no era muy bonita, impactaba por su magnetismo sensual y también por su aguda inteligencia.
Se casaron al terminar la universidad y teniendo un futuro bien planeado acerca de todo lo que iban a hacer. Eran la pareja más feliz del mundo. Confieso que si yo no hubiera pertenecido a la Gran Fraternidad Universal (GFU, institución que trabaja por la re-educación de la Humanidad), seguramente los hubiera envidiado. (Bueno, sigo siendo miembro de la GFU).
Durante el segundo año de matrimonio, se les presentó la oportunidad de vender casas, Cristina habló con la constructora y les dijo. “Mi empresa puede vender las casas”. Una vez obtenido el consentimiento para realizar las ventas, Carlos y Cristina crearon una empresa inmobiliaria y se pusieron manos a la obra, es decir, trabajaron duro en las ventas y superaron sus expectativas en los dos años siguientes.
Al quinto año de casados, ella salió embarazada, pero Carlos la veía algo desanimada y cansada durante la gestación, Desde su lado comprensivo, a él le enternecía confiando en que ella superaría todo una vez que naciera el bebé; pero eso no sucedió; su desgano aumentaba y se ponía a llorar (en ningún momento ellos pensaron que se trataba de la Depresión Posparto, DPP, ya que, en la década de los años 80 y 90, la DPP no era tan conocida como lo es ahora). Cristina se embarazó nuevamente año y medio después. Los negocios iban bien (más por las acciones de él que las de ella); pero ella no era la misma de la época en que vivía enamorada de Carlos. A los seis meses de embarazo, perdió el embrión. Cristina lloró con mucha tristeza, pero increíblemente lo superó con buena actitud, y volvió ser la misma de antes, emprendedora, una líder.
Poco tiempo después, Cristina volvió a embarazarse. Ellos deseaban tener dos hijos (siguiendo los planes que hicieron cuando eran enamorados); uno de sus argumentos era que la crianza se haría más fácil. Cuando nació el segundo hijo de esta pareja, parecía que a Cristina se le hubieran acabado por completo las ganas de vivir, pues le daba igual blanco o negro. Cuando salían con los amigos –me contó Carlos en la entrevista que tuvimos en 2016– a Cristina se le veía completamente desinteresada en participar, era el revés de la medalla de lo que había sido tiempo atrás.
Mi reencuentro con Carlos fue casual, quien, luego de hacerme un recuento de su vida con Cristina, me hizo la siguiente pregunta: ¿Qué pasó con mi esposa? Le expliqué mi teoría acerca del Factor 3M del Éxito, y le dije que necesitaba analizar los horóscopos de sus dos hijos, principalmente, el del segundo hijo.
Ya en la consulta y antes de analizar las cartas de las dos criaturas y, por cierto, también las de estos dos esposos, Carlos me confesó que, más que desilusionado, vivía apenado por Cristina, y en ocasiones buscaba razones para llegar tarde a casa y, una que otra vez, había terminado en un hotel con una joven que le recordaba el dinamismo e ímpetu que tenía Cristina cuando eran enamorados. Carlos llevó a Cristina al médico, quien le diagnosticó DPP y locura. Esta fue una terrible situación para Cristina, quien se vio condenada a vivir con medicamentos “para estar bien”, y sacar de su mente toda idea de dañarse a sí misma.
Al analizar las cartas astrales de los dos hijos, encontré que el mayor había nacido en el momento en que la Luna y Saturno formaban un ángulo de 90º o cuadratura; y el segundo (n. 21 de abril de 1988), en el momento en que la Luna recibía ángulos de 180º u oposición de Saturno, Urano y Neptuno. He aquí la explicación de los problemas de salud de Cristina, ya que todo ángulo negativo (90º y 180º) entre la Luna y Saturno en nacimiento generan depresión a la madre; y los ángulos negativos entre la Luna y Urano generan locura, al igual que los ángulos negativos entre la Luna y Neptuno.
En el horóscopo de Carlos no había señales visibles de la enfermedad de la esposa y en el horóscopo de Cristina las señales de su enfermedad eran bastante débiles, pero cobraron fuerza con los nacimientos de los dos hijos.
Preocupado por la salud de Cristina, quien llevaba arrastrando sus problemas de salud cerca de 30 años, le pregunté a Carlos: ¿Adoptaron alguna mascota durante los años de matrimonio? La respuesta fue positiva, un Beagle que les regalaron muy poco tiempo después de nacer el primer hijo y no volvieron a tener otra mascota.
¿Qué nos dice la cosmobiología, se podrá sanar mi esposa?, me preguntó Carlos. Bueno, le respondí, tienen que adoptar tres mascotas, y estas deben ingresar en tres momentos distintos, cuando la Luna y Júpiter estén en conjunción (fenómeno cósmico que ocurre por pocas horas cada 27 días y que genera felicidad y éxito grande a las mujeres, especialmente a las que son madres). Le propuse también que Cristina viajara para su anticumpleaños, lo que contribuye en gran medida a devolver la salud. Tanto las adopciones como los anticumpleaños debían ser calculados astronómicamente, no podían realizarse fuera de los cálculos.
Han transcurrido dos años desde que le presentamos las sugerencias a Cristina. Actualmente es otra, Carlos dice que está volviendo a ser como la Chica de finales de los años 70. Qué bueno, Qué bueno es el Cosmos cuando nos alineamos con EL, pues no tenemos problemas de salud, conyugales, económicos, etc.