“[…] no sabes cuánta ayuda me das a través de tu programa de televisión Reescribiendo Tu Destino y cuando leo los testimonios de tus consultantes.
Remeciste todo mi ser cuando en uno de tus programas hablaste del síndrome de Peter Pan, de los esposos que se comportan como Peter Pan, y con profunda tristeza confieso a tus lectores que este es mi caso. No tengo dos hijos, tengo tres, pues el tercero es mi esposo.
Rubén, no he tenido aún la suerte de conocerte personalmente, de haber tenido una consulta, pero te pido me permitas compartir mi testimonio de vida. La idea es que tus lectores tengan elementos para saber si ese esposo quiere seguir siendo un chico, un adolescente, una persona que no quiere crecer interiormente, alguien que evade sus responsabilidades. Bueno, he aquí mi historia:
Hace seis años (en 2013), conocí a un hombre de negocios, encantador, amoroso, zalamero, atento, todo un caballero. La verdad es que me cautivó, y ya, desde nuestra segunda cita hablábamos del futuro, de nuestros planes, que consistían en expandir el negocio que él tenía, así como el mío. Pocos días después, acepté ser su enamorada con mucha ilusión, y ya planeábamos una vida juntos.
Fueron tres años de noviazgo, realmente todo un hermoso cuento de hadas, yo vivía en las nubes, conocí a muchas de sus amigas, y él me decía: “No vayas a ponerte celosa, solo son amigas, pues por mi profesión tengo que alternar socialmente con mucha gente, pero solo a ti quiero, te amo”. Estas palabras fueron suficientes para que yo tuviera una firme confianza en él.
En tres años de enamoramiento, no tuvimos más de 4 o 6 momentos de intimidad; él me decía que primero quería casarse conmigo, que de esa manera yo iba estar segura de que él me quería para siempre, no para un momento, y, naturalmente, yo le creí. ¡Boba de mí, yo le creí! Pocas semanas después de nuestra luna de miel (que no fue como me la había imaginado, básicamente por sus evasiones en la cama), empezó a mostrar el comportamiento de un niño, pues yo ya no era su esposa, sino una madre; él salía con los amigos y lo único que faltaba era que le cambiara los pañales.
Pensé que cambiaría con el nacimiento de nuestros gemelos, quienes ya van a cumplir los dos años, pero su comportamiento más bien se acentuó. Cuando le conté a su madre, me dijo que él almorzaba con ella casi todos los días, y que no era porque yo no quería hacerle su almuerzo, sino porque no quería recargarme de trabajo por los niños y porque le quedaba más cerca de su oficina almorzar “en casa de mamá”.
Cuando escuché tu programa en el que hablabas del complejo de Peter Pan, me dije: “Este debe de ser el problema de mi esposo”. Por un momento pensé que las cartas astrales de mis hijos podrían ser la causa del problema de mi esposo, pero lo descarté rápidamente porque, reflexionando bien, él ya tenía este problema antes de que los bebés nacieran. Entonces, la causa estaría en mi carta astral o en la de él, o en las de ambos.
Juana (nombre que doy esta dama), si supiéramos que, antes que el zodiaco de los planetas y las estrellas (que registramos en el horóscopo), existe el zodiaco mental, que es la sarta de condicionamientos que nos han inculcado, y que para extirparlos es preciso hacer un trabajo conjunto entre la cosmobiología y la psicología. Es lo que te sugiero y sugiero a nuestros lectores que tienen, o están relacionados con, el síndrome de Peter Pan y problemas psico-emocionales, que no solo asistan a la consulta con el astrólogo o cosmobiólogo, sino que también visiten al psicólogo.
Y, Juana, con esto no estoy lavándome las manos, sino puedo ayudar a tu esposo; el punto es que tenemos que ir hacia la cosmobiología aplicada. La cosmobiología nos lleva por un mundo paralelo, pero necesitamos trabajar en conjunto con otras ciencias humanas para vencer más rápidamente los problemas.
Para nuestros lectores, el síndrome de Peter Pan podemos “descubrirlo” a través de la conjunción Ceres – Luna en la casa 7 del horóscopo de la cónyuge.