Hace varias noches, me invitaron a un programa de televisión que conduce una famosa tarotista y vidente, quien me preguntó: “Rubén, ¿crees en la brujería?”. Yo le respondí con una experiencia:
Tendría yo unos 21 o 22 años de edad cuando perdí la cabeza por una dama que era casada. Como algunas veces el corazón no combina bien con la mente, ya se imaginarán lo que pasó. ¡El esposo fue donde un brujo para separarnos! Yo comencé a tener muchos resfríos y lo atribuía al estrés de mis estudios universitarios, que combinaba con “cachuelitos” (trabajos esporádicos) y, por supuesto, la emoción de estar enamorado.
A todo esto, yo llevaba cerca de tres años estudiando cosmobiología, con afán de rebatirla y decirle a la gente que la astrología y sus derivados eran una farsa. Entre los temas de mi interés estaban la lotería y la brujería. Quería saber qué posiciones planetarias y signos hacían que las personas se inclinaran a convertirse en brujos, videntes y curanderos. Fue así que –digo yo ahora, “guiado por el Cielo”– llegué al domicilio de aquel brujo que resultó ser el que me había embrujado. Cuando lo visité la segunda vez, una noche en que realizaba una mesada (trabajo del brujo con todos su objetos rituales), él me dijo: “Muchacho: A ti te han hecho brujería, te han mandado al fondo del mar”. Mientras me decía eso, yo daba gracias a la Divinidad por no tener tiempo para ir a la playa, porque tal vez hubiera muerto ahogado.
El brujo me dijo que iba a quitarme el hechizo; hizo que vinieran dos de sus ayudantes para hacerme lo que estos señores llaman una “limpia”, pero se desplomaron uno a uno. Fue entonces cuando el brujo reaccionó y me dijo: “Pero, si soy yo mismo quien te mandó al fondo del océano; es por eso que mis ayudantes cayeron como palomitas muertas”. Después de curarme, el brujo y yo llegamos a ser buenos amigos y él me permitió analizar las cartas astrales de sus consultantes y descubrí las señales planetarias que indican brujería.
Con el correr de los años, organicé “limpias sin un brujo”. La vida siempre me ha permitido tener “conejillos de laboratorio”, personas dispuestas a hacer las locuras que les planteaba, y fueron muy pocos los casos en que estos experimentos no funcionaron. Eso me permitió derivar dos acciones que nos liberan de la brujería:
(1) La receta de la purificación de 40 días que básicamente consiste en someterse a un régimen vegetariano por 40 días (tomando desayuno, almuerzo y cena con alimentos del mundo vegetal), y comenzando esta rica experiencia en un día y una hora calculados astrológicamente, conforme dicta el Eclesiastés: “Todo lo que ocurre bajo el Sol tiene su tiempo y su medida”.
(2) El Baño con fuego. ¿Cómo se hace? En un cucharón de sopa de restaurante (aquel que tiene un mango bien largo que palanquearemos hasta ponerlo paralelo al piso) vertemos alcohol (máximo un tercio de la altura del contenedor) que pasaremos alrededor del “enfermo” y por toda la casa. Hacemos esta operación por tres días consecutivos, en horas calculadas astrológicamente.
Amigo lector, créeme que en algunas personas esto funciona rápidamente, en tanto que en otras, toma más tiempo. En su infinita sabiduría, el cosmos determina el tiempo.
¡Ah!, “bañarse con fuego vivo” (hacer círculos de fuego alrededor de la persona a unos diez centímetros de la piel -debe sentirse el calor del fuego viviente) no es brujería, es un acto de magia, de alquimia, ya que encierra todo un fundamento científico que descansa en el principio de la combustión: el fuego para “vivir” necesita tomar cargas eléctricas del ambiente y de las que están impregnadas alrededor del cuerpo humano. Cuando el paciente se libera de estas cargas eléctricas, se sana. Después de la limpieza con fuego es bueno pasar una barra de azufre alrededor del cuerpo, para así sellar el cuerpo contra futuras absorciones de cargas astrales emitidas por los brujos(as).