Hace muchos años (en 1994) tuve un sueño fantástico. Yo tenía una varita mágica y, al sacudirla y decir “que haya Sol”, de pronto, el Cielo se abría y los rayos del Sol iluminaban todo a mi alrededor y más allá; en otro momento de mi sueño pedía lluvia y ¡zas!, venía la lluvia, y así sucesivamente iba cambiando los estados del tiempo a mi antojo.
Al despertar a la mañana siguiente, le conté dicho sueño a mi esposa y le pregunté: ¿Qué crees tú que habrá querido decir mi sueño? Mi esposa me respondió muy pragmáticamente: “Este sueño te está indicando que todo lo que pidas hoy te lo van a conceder. ¿Por qué no vas al banco y pides un préstamo de 20 mil dólares? Seguro que te lo dan”. La respuesta me dejó pensando porque había estado viviendo con mi esposa durante dos años y quería demostrarle que podía hacer realidad mi sueño, pero ¿cómo hacerlo si no tenía un respaldo bancario (ni ahorros suficientes ni historial crediticio) que justificara dicho préstamo? Claro que había hecho amistad con el administrador de la agencia bancaria, pero ciertamente esto estaba fuera de lugar para lograr un préstamo. Confiando en mi sueño y repitiéndome que no hay peor gestión que la no se hace, fui al banco, solicité el préstamo y el administrador me lo concedió. Obtuve el préstamo en menos de 48 horas.
¿Cuál es el motivo de este relato? Que realmente me gustaría poseer una varita mágica para que, al agitarla, pudiera conceder los deseos, pedidos y anhelos que formulan mis consultantes, pero una cosa es el sueño y otra la realidad.
Hace unos días vino un consultante que tenía un problema económico y quería saber si le iban a conceder el préstamo que había solicitado. Le respondí: “Apoyándonos en los movimientos de los planetas podemos fabricar una situación para que lo consigas, o, al menos, podemos intentarlo”. ¿Cómo así? Adoptando una mascota. Según mis investigaciones, puedes tener ese dinero si adoptas una mascota”.
Entonces, mi simpático consultante me dijo: “Dime si mañana puedo llevar la mascota a mi casa para que, pasado mañana, cuando debo ir al banco, tenga una respuesta positiva a mi solicitud de préstamo”. Sonreí, diciendo para mis adentros “se está burlando”, pero cuando reiteró su petición comprendí que hablaba en serio y estaba desesperado por obtener ya dicho préstamo, por lo que le indiqué que todo tenía un proceso cuando hablamos de fabricar situaciones apoyándonos en el cosmos, es decir, teníamos que hacer ciertos cálculos cosmobiológicos orientados a la obtención de lo que necesitaba, pero que fatalmente nada habría de ocurrir de la noche a la mañana, pues solo un milagro podría hacer eso posible, pero hacer milagros no es mi rubro.
Cuando programo los nacimientos de bebés, primero pienso en el presente y futuro de los bebés y después en los de sus padres, como debe ser, pero en ocasiones recibo la visita de gestantes con 7 u 8 meses de embarazo que no planificaron la concepción. En estos casos, tengo que buscar la fecha del nacimiento dentro del plazo que nos impone el término de la gestación, por lo tanto, muchas veces, por más que quisiéramos proporcionarles las oportunidades de progreso y bienestar que anhelan los padres tras el nacimiento de sus bebés con los cálculos, estas no llegan pronto, en menos de un año, pues toma más tiempo (y en este tiempo también interviene la diferencia de edades entre el recién nacido y su hermano anterior multiplicado por dos, que es el tiempo total que deben esperar los padres para ver los beneficios del nacimiento cosmobiológico).
Si no fuera porque aprendí de mi Maestro que DIOS no es ni bueno ni malo, sino Justo, diría con cierto grado de desencanto que el Cosmos es poco generoso con los seres humanos. Me explico: al comienzo de cada año busco las mejores fechas que nos permitan lograr lo que estamos deseando, alcanzar el éxito de aquello que queremos emprender y mantenernos dentro de la trayectoria ascendente de la prosperidad, tanto en el presente año como en los años siguientes, pero sucede que, a lo largo de un año cualquiera, por ejemplo, 2019, solo contamos con unos pocos días que considero lo suficientemente buenos y se concentran en la última semana de diciembre (“días de oro y plata”). ¿Y en los meses anteriores? Solo encuentros días que califico de regulares (“días de cobre”) para los emprendimientos. Y aun así –me digo en mis reflexiones– que mis consultantes reciben los pocos buenos días que les entrega el Cosmos, después de algún tiempo de “estar bien”, y es por causa de su desorden y su naturaleza instintiva que no superan o pierden el alineamiento cósmico y, como consecuencia de esto, van cuesta abajo en sus negocios y su vida familiar y personal.
¡Ah!, qué distintas serían las cosas si tuviéramos la disciplina de planificar y respetar las normas cósmicas, pero, como digo, no podemos paralizarnos frente a las “arremetidas del Cosmos”, debemos seguir intentando conquistar nuestras metas y objetivos, pensando en que, si no contamos con una varita mágica, sí podemos disponer de las buenas influencias de Júpiter para lograrlo, así demoremos hasta que aprendamos a vivir alineados con el cosmos (la olla de oro y plata al final del arco iris), alineados mas no alienados.