El viernes pasado me entrevistó una estación de televisión de Miami y el tema de dicha entrevista giró en torno a las creencias, la verdad y la mentira de los hechiceros, paleros, cartómanos, videntes, astrólogos; en fin, con relación a las actividades de las personas que adivinan el futuro por un medio u otro.
Después de la entrevista, la periodista me dijo que era cristiana y que había aceptado hacerme la entrevista porque era parte de su trabajo y también porque era la oportunidad para saber cuánto de verdad había en lo que decían “los adivinos y futurólogos”, y que, como parte del conjunto de entrevistados había considerado a un ateo, a quien le formuló la pregunta de si recurriría a una persona que dice ver el futuro si se encontraba en una encrucijada y no sabía el camino correcto que debía tomar. El ateo le respondió que sí, que sí consultaría.
En el campo en el que me desarrollo, vienen a visitarme personas con problemas económicos y sentimentales; con serias preocupaciones por querer saber para qué vinieron al mundo, porque no saben qué rumbo tomar; en fin, para saber si su suerte les cambiará en algún momento, y qué deben hacer para salir del carrusel de angustias y necesidades. Y es cierto, cuando no encontramos la respuesta en aquellos que se supone deben dárnosla, no nos queda otra opción que preguntarle al Cielo.
La entrevistadora de la TV de Miami me hizo recordar a una consultante que, apenas ingresó a mi oficina, me dijo: “Dios y mi religión me perdonen, pero necesito preguntarte: ¿Acaso vine a este mundo solo para sufrir? ¿Son pruebas que me da Dios para saber cuánto puedo soportar? ¿Algún día se terminará mi sufrimiento?”.
Estoy seguro de que habremos de coincidir en que nuestra parte material humana crece con la esperanza de llegar a ser alguien importante en la vida, de que el éxito nos sonría, tener dinero, poder y amor, etc.; pero dicha esperanza se va apagando poco a poco debido a los caminos erróneos que tomamos, pero no porque nos guste complotar contra nosotros mismos, sino porque no sabemos cómo encaminar nuestros talentos y habilidades. Pero seguramente, lo que más quieres saber amigo lector en este momento es cuál fue mi respuesta a esta consultante atribulada.
Le respondí: “No tienes por qué sentirte mal; es más, debes sentirte contenta de buscar tus respuestas en el Cosmos. La astrología es el puente que une a los hombres y mujeres con Dios. Esta Ciencia, la astrología, siempre ha sido una herramienta de liberación, pero las autoridades eclesiásticas y políticas la han desprestigiado y la desprestigian, en su afán de mantenernos sumergidos; sin embargo, recurren a ella para alcanzar sus propósitos, propósitos insanos, porque así como existe el ángel bueno y su opuesto, también podemos emplear la astrología para dominar a otros, y no se salvan los astrólogos, por más buenos que sean, si no presentan reales salidas”.
“Yo mismo –continué respondiéndole a mi consultante – crecí en un ambiente donde no se creía en la astrología, y, como siempre digo, la estudié con el propósito de desmentirla, pero, cuanto más la estudiaba e investigaba, me daba cuenta de que había algo muy poderoso que podía explicar por qué no se cumplían las lecturas de los horóscopos o cartas astrales… Y fue así como descubrí que los vaticinios no se cumplían por nuestro desconocimiento acerca de lo que nos dice el Eclesiastés de que todo tiene su tiempo y su medida, de que existe un tiempo para nacer
y para no nacer, así como un tiempo preciso para hacer cada cosa. Aquí estaba y está la clave, no solo para encaminar nuestra vida hacia el éxito sino para caminar en armonía con la Leyes de la Naturaleza, que es lo mismo que decir: “Caminar en Unidad con Dios”.
Realmente, gracias al Internet hoy es fácil aprender astrología y cosmobiología, y se nos hará más fácil aún si aprendemos Mitología primero (el Saber que ayuda a preservar la Moral de los seres humanos). Me permito sugerirles que visiten en YouTube: “Mitología para Emprendedores”, publicado por la Universidad Alcalá de España.
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