LUNA LLENA… ¿LLENA DE QUÉ?

Este pasaje de nuestras vidas tuvo lugar porque estuve absorto y no presté la atención debida por razones de trabajo y mi esposa sentía que no debía interrumpirme. ¡Hum! Para que vean que al mejor cazador también se le puede escapar un tiro.

Mi esposa había reservado pasajes aéreos para viajar de Miami a Lima el 14 de enero (2010). Después de adquirir los pasajes me dijo: “Todo está arreglado para el viaje”. Repito que, como estaba ocupado, ni siquiera tomé la precaución de preguntarle en qué fecha íbamos a volar y ella tampoco me preguntó cuál sería el mejor momento para viajar. Unos días después, ella me dijo que ya tenía lista la agenda de consultantes para el Perú y agregó que ya no debía aceptar más consultas en Miami porque viajábamos dentro de cinco días. “¡En cinco días! –le respondí como un resorte– Pero si la Luna Llena cae dentro de cinco días”. 

Ella había adquirido los pasajes para un día antes de la Luna Llena, saliendo de Miami por la tarde y llegando a Lima en la noche, en plena Luna Llena. Cuando le hice notar ese hecho, me dijo: “Si cambio los tickets, tenemos que pagar una penalidad de $200 por cada pasaje, así que mejor te olvidas de la Luna Llena y volamos nomás”.

Acepté porque no soy hombre de discusiones ni de tumbar ilusiones, pero para mis adentros me preguntaba “qué nos traerá ese viaje”.

Tratando de tomar precauciones, llegamos temprano al aeropuerto, pero el avión se atrasó, sin embargo, como siempre hay retrasos con los vuelos, no adjudiqué este impase a la Luna Llena. Tras varias horas de espera en el aeropuerto más las 5 horas de vuelo, llegamos a Lima prácticamente “agotados”, si se me permite utilizar esta expresión. 

Mi esposa es quien llena los formularios de los aeropuertos y tiene buena suerte porque, a la hora de salir del aeropuerto y apretar el botón de la aduana, siempre se enciende la “luz verde”. Así que ella es la que oprime el botón cuando viajamos. ¿Qué creen que pasó?… Esa vez le salió “luz roja” pero, como según nosotros, no traíamos nada que declarar, gustosamente pusimos las maletas a disposición de la autoridad aduanera, incluyendo los libros y nuestras laptops. En eso, el inspector me dijo: “¿Qué lleva en la espalda?” “¿Qué llevo en la espalda? Nada” –le respondí–. “Muéstreme lo que lleva dentro de la mochila que está en su espalda” –replicó la autoridad aduanera–. En ese preciso instante, contesté: “Olvidé declarar el proyector”. Sin darme oportunidad alguna o el beneficio de la duda por el olvido, debido a la larga espera en Miami y el tiempo de vuelo, me dijo: “Su proyector queda decomisado”. En un primer momento, pensé que estaba gastándonos una broma, pero no fue así y, mirando a mi esposa, le dije: “La Luna Llena. No lo puedo creer: es la Luna Llena”. (Cabe mencionar que ahora, 2015, la aduana  peruana del Aeropuerto Jorge  Chávez ha suprimido “las luces rojo y verde”, todos los equipajes y cargas son revisados).

Esgrimiendo sus argumentos, el inspector me entregó la hoja de decomiso y, cuando le pregunté qué debía hacer para recuperar el proyector cuando deje el Perú, me respondió con gran desparpajo: “Señor, usted ya perdió su proyector por no haberlo declarado; será mejor que compre otro cuando regrese al lugar donde vive”. Nos quedamos de una sola pieza.

Sí, “la Luna Llena se llevó mi proyector”. Bueno, esta es una forma poética de justificar mi descuido y bajo estado de alerta que, en suma, me costaron más de $1,700 (precio del proyector Dell de tamaño pequeño y poco peso, razón por la cual no lo sentí como un peso en  mi espalda). Dicen que la mejor forma de aprender es cuando a uno le cuesta, pues créanme que mi esposa y yo aprendimos muy bien lo que es hacer algo en Luna Llena, y también lo que es viajar en el momento en que Mercurio se encuentra realizando su marcha retrógrada: abundancia de retrasos, pérdida del estado de alerta y contramarchas en viajes, negociaciones y celebración de acuerdos. Además, el viaje lo hicimos un día en que Mercurio estaba retrocediendo en el zodiaco. Como mi esposa siempre dice: “Fue un crash course (curso intensivo)”.

Tras esta experiencia, a principios de cada nuevo año, ella anota en la agenda de su celular los días de Luna Nueva y Luna Llena, así como los días en los que Mercurio realiza su marcha retrógrada, e incluso registra los 30 días previos al inicio de la retrogradación de Mercurio, conocidos como “Mercurio Epimeteo”, que actúa “anulando el estado de alerta del individuo”, lo que, en suma, nos lleva a vivir “tomaduras de pelo”, engaños y estafas.

Amigos lectores, ¿Se imaginan las consecuencias que traen los nacimientos, las inauguraciones de negocios y las celebraciones de bodas que tienen lugar en un día de  Luna Llena? Feizmente, el cosmos nos otorga hasta cuatro años para arreglar aquello que está signado para causar tropiezos.

Los influjos de la Luna Llena “producen” desunión y falta de cooperación, en tanto que los de la Luna Nueva proporcionan unión y cooperación e inducen a emprender nuevas acciones, las mismas que generalmente están signadas por el éxito; sin embargo, debemos desterrar la creencia de que todas las cosas que emprendamos durante cualquier Luna Nueva traerán beneficios, ya que algunas producen resultados negativos (por los ángulos “negativos” que recibe la Luna Nueva por parte de algunos planetas como Saturno y Plutón). 

¿Qué podemos o deberíamos hacer durante los tres a cuatro  días que dura la fase de Luna Llena? El tiempo es muy propicio para “romper definitivamente” con las dependencias; esto es, cortar hábitos, tales como fumar o ingerir alcohol. Asimismo, estos días son muy propicios para cortarse el cabello, por eso se lo recomendamos a quienes padecen de cierto tipo de alopecia (caída de cabello).

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